martes, 3 de abril de 2012

Una isla restaurada

Su ambicioso proyecto transformará la isla del Sorral en un paraje naturalizado y visitable       

Ramon Saborit es, junto con su madre y su hermano, un propietario singular. Es dueño de la isla del Sorral, en el río Ter, en les Masies de Voltregà. Allá explotaba una plantación de chopos (que ocupaba tres de las 22 hectáreas de su finca forestal). Los árboles se talan, y la madera se envía a Valencia para fabricar cajas de fruta. Pero la Agència Catalana de l'Aigua le dijo que en el espacio fluvial no podía tener un bosque productivo, convertido en una muralla incompatible con el refugio que precisan las aves y otras especies. Por eso, en colaboración con el Centre d'Estudis dels Rius Mediterranis, se ha embarcado en un ambicioso proyecto para restaurar ese espacio para transformarlo en un paraje naturalizado y visitable por los amantes de la naturaleza.

Ramon Saborit representa de alguna manera los propietarios que asumen de buen grado la necesidad de aplicar los valores de conservación del territorio, aunque no siempre es fácil hacer que sean compatibles con la voluntad de explotar los recursos sin más miramientos. Pero algo de añoranza deja entrever por renunciar a sus chopos. "Para mí, esto no es un sacrificio. La isla del Sorral es sólo una pequeña parte de la finca forestal. Me parece bien restaurarla para que haya más pájaros", dice Saborit. No obstante, este propietario confía en que la sociedad sepa valorar su aportación, de manera que, al igual que otros dueños de bosques, puedan beneficiarse pronto de exenciones fiscales para compensar su contribución a la protección del medio natural. "Creo en el proyecto de mejorar la isla. A la larga, espero que los propietarios como yo tengamos alguna compensación por tareas como ésta".

Él ha entendido que la isla del Sorral es uno de los espacios de mayor interés y biodiversidad en el Ter y por eso entró en contacto con la fundación conservacionista, que le ha prestado apoyo.

La actuación llevada a cabo ha permitido recuperar un enclave natural. Se han sacado los árboles que eran especies invasoras o foráneas (acacias, negundos plátanos) y ha desaparecido el cultivo de chopos (cuyos pies crecen rápidamente y se hacen árboles maduros que dan madera en 12 o 13 años); y en su lugar se han sembrado bosques de ribera autóctonos (sauces, alisos y fresnos), con lo que se han creado las condiciones para dar refugio a colonias de diversas especies de aves (garceta común, garza real o garcilla cangrejera).

Recorriendo el lugar, sorprende la disposición aparentemente caótica de los elementos de diseño de este paisaje recreado por los conservacionistas. haces de leña que parecen mal colocados o abandonados; zonas replantadas y otras libres de árboles... "Cuanta más variedad de ambientes y hábitats creemos, más riqueza de fauna tendremos. Bajo los restos de esas ramas encuentran refugio las nutrias", dice Marc Ordeix, responsable del Centre d'Estudis dels Rius Mediterranis. Esta fundación ha llevado a cabo una exitosa experiencia de recuperación de otros lugares del Ter y de sus riberas mediante acuerdos de custodia fluvial con propietarios y administraciones públicas. El objetivo es dar conocer los rincones con encanto del Ter y sus afluentes (algo visible ya en las actuaciones llevadas a cabo Les Gambires, en Torelló, o en la esclusa de la Teula y la playa del Dolcet, en Manlleu).

Fuente: www.lavanguardia.com

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