viernes, 23 de marzo de 2012

¿Sabes qué cantidad de agua hay detrás de un vaso de leche, una camiseta o unos zapatos?

Se necesitan unos 1.500 litros de agua para producir un kilo de trigo
Nuestro consumo deja huella... hídrica. Hoy, Día Mundial del Agua, Naciones Unidas pone el acento sobre la escasez del valioso recurso, principal fuente para la producción de alimentos.

Sin agua la vida en nuestro planeta es imposible, pues participa en cada uno de los procesos en los que intervienen plantas y animales. Más del 80% del peso del cuerpo humano es agua. De media, cada uno de nosotros contiene 38 litros.
El planeta en que vivimos tiene más de dos terceras partes de agua, sin embargo sólo el 2,5% es agua dulce. Esto es, si llenáramos una bañera con agua respetando las proporciones en que está se encuentra en el planeta sólo una cucharada sería dulce. Sobra sal, por tanto, pero es que además, de ese porcentaje sólo el 0,3% está en lagos y ríos, el 30% son aguas subterráneas y el resto está almacenado en los glaciares.
Por tanto, más allá de seguir extrayendo agua de ríos u otras fuentes, es necesario, sin duda, utilizarla de una manera más eficiente y más racional.
Todas las actividades humanas utilizan agua: para beber, cocinar, lavar, pero sobre todo para producir alimentos, papel, vestido, etc. Los hogares tienen que hacer su parte del esfuerzo para consumir con mesura, pero también es necesario reclamar a diversos sectores de la economía (industrial, agrario...) que reduzcan el uso que hacen de este recurso. Porque, ¿sabe usted qué cantidad de agua hay detrás de muchos de los productos que llegan a su mesa o que forman parte de su armario? Entre los primeros, dos ejemplos: detrás de un vaso grande de leche hay 200 litros de agua, y 140 tras un aromático café. Y tras esa camiseta de algodón que tan barata hemos encontrado en unos grandes almacenes hay 4.100 litros del preciado recurso, 8.000 si se trata de un buen par de zapatos de piel.
Naciones Unidas ha querido este año centrarse en el agua como fuente de alimentos para la celebración, hoy, del Día Mundial del Agua. Y es que la producción de alimentos, a partir de los cultivos y el ganado, la pesca continental o la acuicultura y los bosques, requiere agua. Esta agua proviene de la lluvia, accesible directamente o a través de la humedad almacenada en los suelos o del agua que se extrae de los ríos, los humedales, los lagos y los acuíferos.
Mundialmente, el 70% de las extracciones mundiales de agua se destinan a la irrigación. La agricultura de regadío ocupa el 20% del total de la superficie agrícola, pero representa el 40% del total de los alimentos producidos en el mundo. Así, se requieren, por ejemplo, unos 1.500 litros de agua para producir un kilo de trigo, diez veces más para producir un kilo de carne de vacuno. La producción de cultivos forrajeros para el ganado, el sacrificio y el procesamiento de carne, la producción de leche y otros productos lácteos también requieren grandes cantidades de agua. Esto eleva particularmente la huella hídrica de los productos pecuarios.

La pesca

Los productos pesqueros, por su parte, también son una fuente muy importante de proteínas. La producción pesquera de los ríos, humedales y lagos, y cada vez más de la acuicultura, aporta alrededor del 25% al total de la producción pesquera mundial. La acuicultura es el sector alimentario de más rápido crecimiento: el promedio del suministro anual per cápita de pescado de la acuicultura creció a una tasa promedio del 6,6% al año entre 1970 y 2008. La pesca y la acuicultura no consumen agua pero necesitan una cantidad y calidad determinadas del agua en los ríos, humedales, lagos y estuarios y, por lo tanto, son usuarios importantes de agua.
Pero la demanda de alimentos no deja de crecer. Hay en el planeta más de 7.000 millones de personas que alimentar y se prevé que habrá otros 2.000 millones para el año 2050. Esto, junto a los cambios previstos en la alimentación, significa que se necesitará un 70 por ciento más de alimentos, hasta un cien por cien en los países en vías en desarrollo.

Consumo de carne

Y es que debido a la acelerada urbanización y el aumento de los ingresos la alimentación está cambiando. El consumo de carne, en particular, se prevé que aumente de 37 kilos por persona al año en 1999-2001 a 52 kilos en 2050 (de 27 a 44 en los países en desarrollo), lo que supone que gran parte de la producción agrícola adicional se destine a alimentar el ganado. Por ejemplo, el 80% de los 480 millones adicionales de toneladas de maíz que se necesitarán anualmente para el año 2050 se destinarán a los piensos, y la producción de soja tendría que aumentar un cuantioso 140% para llegar a 515 millones de toneladas para el año 2050.

Escasez crónica

Mientras tanto, la escasez de agua ya afecta a todos los continentes y a más del 40% de la población de nuestro planeta. Como hoy pondrá de manifiesto la ONU en multitud de actos repartidos por todo el mundo, cada vez más regiones padecen escasez crónica de agua. Lógicamente, el problema es más agudo en las zonas más secas del mundo, donde viven más de 2.000 millones de personas, de las cuales la mitad son pobres. Casi todos los países de Oriente Próximo y África del Norte sufren escasez de agua, así como otras naciones, como México, Pakistán, Sudáfrica y grandes partes de China y la India. Pero la demanda no deja de crecer.
 
Se prevé que la población mundial alcance los 8.100 millones de personas en 2030, y la necesidad de alimentos en todo el mundo (para lo que actualmente se destina el 70% del agua que se extrae) se espera que aumente un 55% con respecto a 1998. Al mismo tiempo, habrá mayor necesidad de agua para suministrar los servicios básicos de saneamiento, producir energía, tanto para la industria como para las urbes en crecimiento.

Producción sostenible

Mantener el aumento de la producción de alimentos y otros productos agrícolas no será posible sin incrementar la eficacia del uso del agua en las tierras de regadío y de secano, pero ahora es necesario evaluar el rendimiento desde el punto de vista de la producción sostenible por unidad de todos los recursos, que incluyen la tierra, los productos químicos y en particular el agua. Así, por ejemplo, el arroz irrigado ofrece un potencial particular de economizar agua ya que este cultivo hoy se riega por inundación, con un uso muy elevado de agua y, al mismo tiempo, elevadas emisiones de gases de efecto invernadero.

Pasar al cultivo aeróbico del arroz puede reducir el uso de agua un 50%, disminuir las emisiones y aumentar las cosechas.
Y es que los principales efectos del cambio climático repercuten en los recursos hídricos. Se prevé una cuantiosa reducción de las lluvias anuales, el escurrimiento de los ríos y la recarga de los acuíferos ern la cuenca mediterránea y en las zonas semiáridas de América, Australia y el África austral, que repercutirá en la disponibilidad y la calidad del agua.
Todo un panorama del que España, aunque no se cuente entre los países en vías de desarrollo, no escapará por su situación climatológica. Algunos indicadores para nuestro país ya están arrojando tendencias poco halagüeñas: más del 40% del suelo está afectado por la desertización, estamos entrando en un nuevo ciclo de sequía... Por tanto, ahorrar siquiera una gota adquiere un valor superlativo.

Fuente: www.abc.es

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