miércoles, 28 de marzo de 2012

Amigo del hombre y amenaza para los ecosistemas

ESPECIES INVASORAS

Los científicos debaten el impacto de los gatos sobre la biodiversidad a raíz de un estudio que revela que han contribuido a la extinción del 14% de los animales vertebrados en islas.
Me pareció ver un lindo gatito!». La famosa frase, grabada en la mente de muchas generaciones y que el pequeño canario animado Piolín pronunciaba cada vez que intuía la presencia de Silvestre con la única intención de atraparlo para devorarlo, vuelve a cobrar especial significado. Aunque por lo general se considera al gato como una mascota o el mejor aliado para combatir plagas, en muchas partes del mundo se le etiqueta y persigue como una amenaza para la biodiversidad.
Un estudio coordinado por el Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del CSIC, con sede en La Laguna (Tenerife), revela que los gatos asilvestrados son una de las especies invasoras más perjudiciales para las comunidades de vertebrados en islas.
A lo largo de la historia, su acción en estos entornos ha contribuido a la extinción de, al menos, el 14% de los animales vertebrados. Actualmente, su presencia amenaza, además, la supervivencia del 8% de las especies de aves, mamíferos y reptiles catalogados como en peligro crítico por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El trabajo, publicado en la revista 'Global Change Biology', se basa en una revisión bibliográfica de 229 casos en 120 islas del mundo. El impacto de estos felinos sobre la comunidad de vertebrados se ha clasificado en tres categorías: mixta, alta y fuerte. La primera se refiere a si el efecto negativo que producen los gatos asilvestrados se ve agravado por la acción de otras especies invasoras. La segunda significa que existen claras evidencias de su impacto, y la tercera cuando la extinción se atribuye casi exclusivamente a la acción de los felinos. En total, su presencia ha contribuido a la desaparición de 16 especies de vertebrados y supone una amenaza para otras 128 incluidas en alguna de las categorías de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Los resultados del estudio vuelven a poner encima de la mesa la cuestión de si se deben de tomar medidas para erradicar, si fuera necesario en un momento dado para proteger la biodiversidad autóctona, a estos mamíferos, que en el Antiguo Egipto eran considerados animales sagrados.
Aunque se dice que las personas a las que no les gustan los gatos fueron en otra vida ratones, muchos gobiernos han puesto en marcha en las últimas décadas programas para eliminar esta amenaza 'con bigotes' y restaurar sus ecosistemas, aunque el resultado no siempre ha sido el deseado.
Los gatos asilvestrados están presentes en la mayoría de las cerca de 179.000 islas que hay en todo el mundo. Manuel Nogales, investigador del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC), ubicado en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna (Tenerife), explica que estos entornos albergan una biodiversidad muy particular y de gran valor, puesto que muchas de sus especies son endémicas y el territorio insular suele ser limitado, «por lo que este tipo de impacto es mucho más grave». A diferencia de las islas -explica-, las especies amenazadas en territorio continental tienen la posibilidad de desplazarse a otros territorios y dispone de varias poblaciones.
A nivel global, las regiones insulares más afectadas históricamente por la acción de este felino son las Galápagos (Ecuador), Hawaii (Estados Unidos), algunas islas del Caribe y las Canarias. Los datos demuestran que la biodiversidad de los dos archipiélagos españoles también se ha visto afectada por la acción de estos mamíferos. Los lagartos gigantes endémicos de La Gomera y El Hierro, catalogados en peligro crítico por la UICN, «ya solo habitan en ciertos acantilados donde los gatos tienen difícil su acceso», advierte Nogales. También se considera que la introducción del felino en el archipiélago canario es una de las causas de la desaparición de otras especies como la codorniz gomera ('Coturnix gomerae'), y calandria de patas largas ('Emberiza alcoveri'), además de las ratas gigantes de Tenerife y de Gran Canaria ('Canariomys bravoi' y 'Canariomys tamarani').
Durante la investigación, el equipo identificó algunos casos llamativos donde este pequeño mamífero ha jugado un papel fundamental en la extinción de vertebrados, como el del chochín de Stephens ('Traversia lyalli') en el Estrecho de Cook (Nueva Zelanda) y la tórtola de Socorro ('Zenayda graisoni') en México, cuya especie está extinta en la naturaleza y sus únicos ejemplares existentes se encuentran en cautividad.
Además, algunas subespecies del ratón endémico ('Peromyscus guardia') de Baja California (México) se han extinguido en varias islas. El lagarto gigante de La Gomera ('Gallotia gomerana'), con una población exigua en la naturaleza, constituye uno de los reptiles más amenazados del planeta.
De plaguicida a plaga
La introducción de los gatos en las islas comenzó con las colonizaciones de los europeos a partir del siglo XV, con un máximo apogeo entre los siglos XVII y XIX. Nogales cuenta que en aquella época los barcos estaban infestados de roedores que eran introducidos en las islas involuntariamente y, frente a ello, era necesario utilizar gatos para controlar estas poblaciones y salvaguardar los cultivos y cosechas. El investigador Manuel Nogales señala que los felinos se han alimentado a lo largo de los últimos cinco siglos sin ninguna restricción de especies insulares, hasta que se iniciaron los programas de conservación en la década de los 70.
Para evitar los perjuicios de su presencia sobre la biodiversidad, Nogales recomienda su erradicación total en islas de superficie inferior a 200 kilómetros cuadrados y el control de sus poblaciones en aquellas de mayor tamaño donde el daño causado sea importante.
En la actualidad, en varias islas de más de 100 kilómetros cuadrados se planea la eliminación de la totalidad de mamíferos invasores como ratas, ratones y conejos, e incluso de los gatos asilvestrados. Nogales considera que su erradicación debe considerarse como la de cualquier otra especie invasora, puesto que su presencia puede suponer la extinción de numerosas especies endémicas en el futuro. «Muy frecuentemente nos encontramos ante casos extremos en los que se trata de una cuestión de supervivencia, la especie autóctona contra la invasora», expone con claridad el investigador del CSIC.
Sin embargo, otros científicos muestran argumentos por los que no debe de adoptarse medidas tan drásticas contra los gatos. El biólogo canario Félix Manuel Medina, colaborador del Grupo de Ecología y Evolución en Islas del IPNA-CSIC, además de uno de los mayores expertos, reconoce que es un tema muy complejo que merece profundizar en su estudio.
Destaca que los felinos están depredando principalmente especies de mamíferos también introducidas en las islas, como los conejos, las ratas y los ratones, que constituyen en la actualidad casi el 80% de su dieta. Sin embargo, avisa que son animales que nunca pierden su instinto cazador y, «aunque estén saciados y alimentados por sus propietarios», siguen depredando atendiendo a su naturaleza.
El biólogo recuerda que existen 68 especies nativas depredadas por los gatos que no tienen dependencia del ser humano en Canarias: cinco de mamíferos, dieciséis de aves, quince de reptiles y 32 de invertebrados, proporciones similares a las obtenidas en otras islas del mundo.
Uno de los principales problemas, en su opinión, es la cantidad y variedad de estos felinos que habitan en las islas, por culpa de muchas personas que, cuando no quieren las crías de su mascota, las abandonan en el campo.
«Estas prácticas habría que eliminarlas del comportamiento humano mediante la educación ambiental. Sería muy aconsejable que se esterilice a aquellos animales que no se quieran para la reproducción», comenta.
Efectos adversos
Por ello, advierte de que la erradicación del gato en la zona de laurisilva canaria (un tipo de bosque subtropical) causaría como contrapartida el aumento de las ratas y sus ataques a las palomas endémicas y otros vertebrados, por lo que «su efecto sería peor que mantener la presencia del felino», que paradójicamente actúa en este caso como un elemento protector de la fauna autóctona.
Uno de los ejemplos más claros de reacción adversa es el caso de la isla de Macquarie (Australia), situada en el océano Glacial Antártico, en la que la decisión en el año 2000 de erradicar a todos los gatos para evitar que se comieran las aves marinas, desencadenó un aumento inesperado de la población de conejos, pasando de 10.000 a 100.000 en ocho años, que devastaron la vegetación.
En tierra continental
El impacto de los felinos sobre la biodiversidad en zonas continentales es menos conocido porque existen pocos estudios en comparación con los realizados en islas. El coordinador del Grupo de Carnívoros Terrestres de la Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos (SECEM) y profesor de Ecología de la Universidad Rey Juan Carlos, Emilio Virgós, indica que todo apunta a que es menor y que se concentra en la avifauna urbana y periurbana. «Los gatos domésticos son realmente escasos en zonas naturales alejadas más de 500 metros de urbanizaciones o pueblos, por lo que su efecto se limita a un área cercana a pueblos y ciudades, afectando bastante menos a las especies alejadas de esos medios», explica.

En lo que se refiere a un potencial impacto sobre el gato montés, por hibridación, considera que aún no se dispone de los suficientes datos, pero que puede darse en zonas donde la presencia de esta especie en peligro de extinción sea baja, y prácticamente nula si existen poblaciones importantes.
Virgós destaca que las conclusiones negativas encontradas en países como Australia o las islas oceánicas no son extrapolables a las situaciones naturales en áreas continentales. Si bien, reconoce que es necesario profundizar con más estudios empíricos y experimentales que permitan refutar el tópico de que existen demasiados gatos libres por el campo, y que tienen un gran impacto sobre las especies silvestres.
Jorge Lozano, investigador del Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid, también considera que el efecto de los gatos domésticos sobre la fauna en áreas continentales ha sido poco estudiado, aunque resalta que muchas de las evidencias empíricas muestran que es muy bajo. «La mayor parte de lo que comen son roedores, como buenos cazadores que son», apunta.
Lozano explica que en el bosque de Valdelatas, situado cerca del campus de la universidad, su departamento realizó un estudio sobre la alimentación de una colonia de gatos asilvestrados asentada en la zona. Su dieta se basaba en insectos y mamíferos, fundamentalmente conejos y ratones, además de vegetales y lo que encontraban en la basura. «Son generalistas, comen de lo que más abunda en su hábitat», indica.

«Los conejos que cazan -explica Lozano- son sobre todo juveniles, que capturan en primavera cuando son numerosos, o individuos enfermos de mixomatosis o hemorrágica, por lo que su impacto sobre esta población es nulo». El investigador de la Autónoma de Madrid señala que los cazadores acusan a estos mamíferos de comerse muchas de sus principales presas, conejos y perdices. Sin embargo, los trabajos científicos demuestran que no se alimentan prácticamente de perdices. Las aves, en general, no parecen ser un recurso mayoritario en su dieta, ni tampoco en la de los gatos monteses. «No superaban el 6% en el estudio», apostilla.
Al igual que Emilio Virgós, considera que es un «mito» que en el campo existan muchos gatos asilvestrados. «Los ecologistas sospechan que es más bien la excusa que utilizan algunos cazadores para conseguir permisos de control de estos animales, logrando eliminar también gatos monteses al confundirlos con los domésticos asilvestrados», apunta.
Como ejemplo para demostrar su teoría pone el caso de Portugal, donde se ha probado que si no hubiera casas, granjas o cortijos habitados con estos animales como mascotas, no existirían poblaciones salvajes de gato doméstico en la naturaleza. En Italia también se ha visto que una de estas poblaciones de animales dependía totalmente para su existencia del aporte de mascotas.
Aunque pueda haber algunos ejemplares que se atreven a irse de excursión al campo, Lozano señala que, en general, les da miedo moverse por zonas donde hay otros depredadores, como zorros.
No obstante, reconoce que si se juntan muchos ejemplares en una misma zona durante un tiempo determinado y todos se alimentan de una presa escasa, «evidentemente pueden tener un impacto negativo», aunque suele ser en situaciones en las que no exista presencia de otros animales para cazar y, por tanto, se trata de una excepción.

En relación a la caza, las evidencias indican que la afección es mínima y el investigador considera que, con los datos en la mano, la posibilidad de que se produzca una hibridación con gatos monteses es baja en toda Europa, con la única excepción de Escocia. En España, los pocos estudios realizados en este campo confirman que es prácticamente inexistente.
Lozano explica que los gatos domésticos y los monteses no se cruzan entre sí salvo que los primeros sean muy abundantes y los segundos escasos. Por ello, señala que la principal medida de prevención es conservar en buen estado las poblaciones de gato montés, «en lugar de malgastar dinero en eliminar a los domésticos que se encuentren en el campo».
Respecto a la transmisión de enfermedades a los monteses, apenas existen estudios. Los agentes infecciosos son compartidos, aunque reconoce que no hay ninguna prueba de que una población de esta especie haya desaparecido de la naturaleza por culpa de enfermedades transmitidas por los felinos domésticos. También existe la posibilidad de que afecte al lince ibérico, «pero no existen datos que lo corroboren», expone.
El debate sobre el papel de los gatos en la naturaleza se mantendrá los próximos años, si bien a la hora de plantear la erradicación de una especie se debería tener en cuenta la cita del pensador y político indio Mahatma Ghandi: «La grandeza de una nación y su progreso moral se pueden juzgar por la forma en que trata a los animales».

Fuente: www.laverdad.es

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