jueves, 3 de mayo de 2012

«No hay que desmerecer el poder de la naturaleza para regenerarse»

El ecólogo Richard Forman defiende la diversidad del patio de casa y que el futuro del medio natural «pasa por redefinir las carreteras y el transporte masivo»

«En un jardín promedio de los suburbios de Londres se puede identificar al 40% de especímenes de la fauna y flora de las islas británicas»
Considerado el padre de la Ecología del paisaje y de las carreteras, este catedrático de la Universidad de Harvard y ecólogo de origen estadounidense, que actualmente desarrolla en Madrid su investigación sobre infraestructura verde, da motivos para la esperanza a los defensores del medio ambiente: «No hay que desmerecer el poder de la naturaleza y su capacidad de recuperación, ni en las ciudades ni en los jardines y patios de casa», recalca haciendo referencia a la investigación que lleva en estos momentos entre manos y que le ha llevado a cambiar durante dos meses su despacho en la Harvard por otro en la Universidad de Alcalá.
«En un jardín promedio de una casa inglesa de los suburbios londinenses se pudieron identificar ejemplares de hasta el 40% de casi cualquier espécimen de la fauna y flora de las islas británicas. Y en ciudades tan industrializadas como Düsseldorf, en Alemania -destaca el investigador-, se ha comprobado que la naturaleza aprovecha cualquier espacio abandonado para florecer».
En sendos estudios de evaluación, se definieron como «microhábitats» diferentes áreas de observación con mayor o menor atención o cuidado del hombre dentro del perímetro urbano. En el primer caso, la propietaria del patio logró favorecer la proliferación de vida silvestre por su interés en plantas y flores y consiguió registrar en 15 años una población de, entre otras aves e insectos, el 43% de las arañas británicas (10 de 23 especies), el 25% de las tijeretas (1 de 4 especies) y 37% de las mariquitas (9 de 24 especies). Curioso, por otra parte, que solo hubiera en el jardín un 5,6% de hormigas (2 de 36 especies), posiblemente también por su acción directa sobre el entorno.
En la cosmopolita metrópoli alemana se identificaron 30 zonas diferentes, entre estacionamientos, callejones, centros comerciales, parques, cementerios, polígonos, el casco antiguo, granjas y avenidas para medir la presencia de mariposas. La mayor densidad, muy por encima de parques y áreas verdes, se encontró en las tierras baldías y fosos de grava.
«La naturaleza -enfatiza Forman- se abre paso y saca ventaja tanto de la acción como de la inacción del hombre urbano. También se ha demostrado la acción directa de los espacios verdes en las ciudades, hasta su incidencia en la temperatura» y, según las cifras que maneja Forman, las áreas vegetadas de 50 hectáreas producen un efecto de enfriamiento de 1 grado y si se duplica el valor, se superan los 4 grados.
Alrededor de las ciudades, explica este experto ecólogo, además se desarrolla de forma espontánea un círculo o anillo que atiende las necesidades de la población, en el que generalmente se localizan tanto fuentes de agua como de alimento y redes de transporte. «Es ese anillo alrededor de las ciudades el que hay que cuidar y rehabilitar», subraya Forman, que apuesta por ciudades reducidas que respondan a modelos de desarrollo con espacios verdes interconectados y corredores de agua o naturaleza.
La experiencia de campo, sin embargo, lleva a Forman a rechazar el tipo de ciudades que crece a lo largo de una línea costera, con fuertes presiones demográficas que requieren de desarrollo industrial y plataformas de transporte masivo (como aeropuertos), que además favorecen la aparición de ciudades satélites que dependen del emplazamiento urbano principal.
Las propuestas de este investigador cobran especial importancia si contamos con que la mitad de la población del mundo, 3.500 millones de personas, vive en ciudades, que en la actualidad, existen más de 20 megaciudades, con más de 10 millones de habitantes, que serán 30 millones en 2030.
«Un tsunami humano barre todo el planeta fragmentado el entorno natural y hay que buscar soluciones», advierte Forman y asegura que «si hay un futuro para la naturaleza, pasa por la redefinición de las carreteras y el sistema de transporte masivo tal y como lo conocemos».
Su investigación sobre los sistemas de transporte e integración urbana en 38 ciudades concluye que para conectar las mejores estructuras de crecimiento, el anillo concéntrico en torno a las ciudades, «sin agredir el entorno», imagina, a corto plazo, la implementación de corredores aéreos o subterráneos que no representen obstáculos para el entorno natural.
No en vano, la disciplina que desarrolla se presenta como una herramienta para mejorar la integración de espacios de uso humano y la naturaleza. Así, en sus escritos -'The Future of Roads: No driving, No Emissions, Nature Reconnected' (Solutions, septiembre, 2011)-, Forman defiende una red de correas automatizadas de comunicación en las que vehículos capsulares sin conductores ceden el control a la ruta. La posibilidad de salir y entrar a esta red de transporte o 'netway', con cabinas colectivas y particulares, privadas y de alquiler, alimentada, además, por energías renovables, plantea una sistema de conexión sin contaminación y libre de colisiones. Por otra parte, conserva el espacio que hasta ahora se dedica a la infraestructura vial y evita la ruptura del entorno natural que ocasionan las obras. La naturaleza «se restaura y reconecta» en el modelo de Forman, «de forma espontánea y masiva», según desaparecen las emisiones de efecto invernadero al disminuir el uso de combustibles fósiles.
Los beneficios de esta propuesta se reflejarían también en la producción de alimentos, con un mayor espacio dedicado a la producción agrícola y al ocio, si se respeta el medio ambiente en el entorno cercano a pueblos y ciudades. El planteamiento de Forman es «armonizar naturaleza y población».

Fuente: www.nuestra-tierra.laverdad.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario