jueves, 29 de noviembre de 2012

Un paisaje 100% mediterráneo

BOTÁNICA

Bosquete de serbales. Con el otoño,
la clorofila de las hojas desaparece,
su verde se desvanece y aparecen los naranjas,
amarillos y burdeos en los árboles caducifolios.
 
La sierra de los Engarbos, en Moratalla, es uno de los mayores tesoros naturales de la Región, con especies poco habituales como roble y serbal, que se entremezclan con pinares, encinas, madroños y álamos.

El otoño ya ha llegado en todo su esplendor a la Región. La noche gana poco a poco terreno al día y el frío y las lluvias hacen acto de presencia. En la comarca del Noroeste, en plena sierra de Moratalla, se puede encontrar en esta época un espectáculo cromático único, en el que los contrastes de las tonalidades verdes, rojizas, anaranjadas, amarillentas y ocres que presentan las hojas y los troncos de los árboles enriquecen un paisaje lleno de belleza por sí solo.
Cualquier amante de la naturaleza puede observar el verde de las sabinas y los enebros; las hojas de los chopos y nogales con sus ocres y amarillos, y los serbales que crecen en los barrancos en pleno proceso de cambio de color. También existe la posibilidad de contemplar una amplia diversidad de especies como álamos, madroños, majuelos, mostajos, sauces, almeces, encinas, quejigos y nogales. Es, sin duda, uno de los periodos de mayor esplendor para la naturaleza, con la fauna y la flora de los bosques en plena ebullición, la aparición de las setas, el sonido de la berrea de la cabra montés y los aromas característicos del otoño.
Aunque muchos piensan que el hábitat natural del bosque de hoja caduca es la franja norte de la Península Ibérica, en especial la Cordillera Cantábrica, también son propios del arco mediterráneo, gracias a que algunas zonas montañosas presentan unas condiciones climáticas similares, con abundancia de agua y clima templado. Es el caso de Moratalla, que destaca por poseer la pluviometría más elevada de toda la Región, con precipitaciones que superan en algunos puntos los 500 milímetros de agua al año, mientras que en la mayor parte de la comunidad se sitúan entre los 300 y 400 y en otro de los 'pulmones verdes' de la comunidad, Sierra Espuña, por encima de los 400.
En estado puro. Bosque mixto mediterráneo de
 pinares de 'Pinus halepensis' y 'Pinus pinaster',
 encinares y robledales de 'Quercus faginea',
y serbales.
Uno de los tesoros naturales que se esconden en el Noroeste es la sierra de los Engarbos, que posee una extensión de unas 2.000 hectáreas y se encuentra situada entre la sierra del Cerezo y la sierra de la Muela, justo en la divisoria con Albacete. «Es un ejemplo de bosque mediterráneo en estado puro», señala Roque Pérez, ingeniero de montes y técnico responsable de Medio Ambiente de la Comunidad, quien añade que es un paisaje similar al de las sierras de Cazorla y de Segura, o la sierra del Maestrazgo, en Castellón, aunque «insólito» en la Región.
Una de las características principales de este tipo de bosque es la gran diversidad de especies arbóreas que lo componen. En el caso de Los Engarbos, la vegetación está formada por una mezcla de pinares, tanto pino carrasco ('Pinus halepensis'), mayoritariamente, como rodeno ('Pinus pinaster'), junto a frondosas, entre las que sobresalen la encina, y ejemplares singulares en la Región como el quejigo o roble ('Quercus faginea'), el serbal y el fresno.
Las frondosas son árboles que tienen un tronco con una ramificación desordenada. Sus hojas son anchas y pueden ser perennifolias -conservan su follaje durante todo el año- o caducifolias -pierden las hojas en la estación más desfavorable que, en el caso de los climas templados, corresponde al otoño e invierno-. Los serbales, fresnos y álamos son especies caducifolias. Los quejigos, en cambio, son árboles marcescentes. Sus hojas son caducifolias pero, tras haber finalizado el periodo vegetativo y con el cambio de color del follaje, permanecen en el árbol, en su gran mayoría, durante toda la estación fría y hasta prácticamente la salida de las nuevas hojas en la siguiente primavera.
La madurez forestal
Las frondosas mediterráneas cumplen un importante papel dentro del conjunto de recursos naturales, puesto que representan la madurez del medio, es decir, son indicativas de estabilidad ecológica, además de que fertilizan los suelos y los mantienen, impidiendo la erosión, y poseen un alto valor paisajístico. Estos árboles necesitan una pluviometría abundante y unos suelos de calidad: con profundidad, materia orgánica y fértiles. La sierra de los Engarbos, además, cuenta con numerosos ejemplares de arbustos, como madroño, lentisco, enebro, espino negro y durillo. Los colores del bosque van tomando poco a poco las tonalidades del otoño, con el cambio del verde, predominante durante todo el año, al amarillo, naranja, ocre y rojo, aunque la 'metamorfosis' requiere un mayor descenso de las temperaturas para completarse.
La gran diversidad de vegetación y flora de la sierra favorece, a su vez, una elevada riqueza faunística, con ejemplares de cabra montés, jabalí, perdiz y liebre, además de varias parejas nidificantes de aves de presa rupícolas como águila real y búho real, y rapaces forestales, como aguililla calzada, culebrera europea y azor común. El área se encuentra protegida al formar parte de la ZEPA (Zona de especial protección para las aves) Sierra de Moratalla.
Enebro rojo o de la miera. Especie del género
juniperus, de la región mediterránea,
con los gálbulos (frutos) maduros.
Sobreponerse al fuego
La cubierta vegetal actual de Los Engarbos es el resultado de la regeneración natural posterior al incendio forestal que arrasó gran parte de su superficie en 1994. Las especies frondosas conservaron la raíz tras el fuego, por lo que su crecimiento ha sido rápido. El Gobierno regional, a través del Servicio de Gestión y Protección Forestal de la Dirección General de Medio Ambiente, ha realizado diversos tratamientos selvícolas de mejora en la zona calcinada, con labores de clareo y poda en los años 2005 y 2006, que han contribuido a que pueda ofrecer en la actualidad un aspecto envidiable, con ejemplares de hasta seis metros de altura.
La presencia de algunos individuos aislados que sobrevivieron al fuego, y que rompen la horizontalidad del paisaje, son la única evidencia del mayor incendio en la historia de la Región, que arrasó más de 27.000 hectáreas y también afectó a los municipios de Calasparra y Cieza.
«Dentro de 15 años será uno de los bosques más espectaculares de Murcia», asegura Roque Pérez. Aunque especies como el roble o quejigo han alcanzado prácticamente su altura máxima, señala que estos árboles presentarán en el futuro una copa y un volumen mayor, por lo que darán más vistosidad al bosque. El técnico de Medio Ambiente reconoce, sin embargo, que no pueden saber con certeza si la zona alberga las mismas especies que antes del incendio, puesto que carecen de inventarios exhaustivos de flora anteriores a 1994.
Fuente: www.nuestra-tierra.laverdad.es

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