martes, 11 de octubre de 2011

Los gatos asilvestrados extinguen el 14% de los vertebrados insulares


Un gato asilvestrado con una presa en la boca. | Fabrice Brescia/ CSIC Comunicación

La historia del gato del farero es una de los ejemplos más impactantes y conocidos que emplean los ecológos para describir el impacto de las especies invasoras en los lugares a los que llegan. La historia, más o menos adornada pero con base real, narra cómo un simple ejemplar de gato fue capaz de provocar la extinción de toda una especie.
A finales del siglo XIX, un hombre llamado David Lyall fue enviado a la diminuta isla Stephens, en el estrecho de Cook, entre las dos grandes islas de Nueva Zelanda, para hacerse cargo del faro del lugar, en el que no vivían más de 20 personas. Como toda compañía tenía un gato... que acabó haciéndose famoso en el mundo entero de la biología.
Al poco de vivir en la isla, el gato apareció con un pequeño pajarillo entre las fauces. El farero, que era amante de la ornitología, no había visto nunca uno igual, de modo que envió muestras a expertos para que lo catalogaran, mientras que, de tanto en tanto, el gato seguía apareciendo con nuevos pajarillos.
Los expertos escribieron a Lyall diciéndole que el ave era totalmente nueva para la ciencia. Era un ave pequeña como un gorrión, insectívora, de hábitos nocturnos e incapaz de volar, ya que esa habilidad no le había sido necesaria en aquella isla que carecía de depredadores hasta que llegó el gato del farero. El nombre con el que se la empezó a conocer fue chochín de Stephens debido a su parecido con los chochines europeos.
Hubo un gran interés entre coleccionistas y gestores de museos por obtener más ejemplares y se ofrecieron buenas sumas de dinero por ellos, pero en muy poco tiempo Lyall se vio imposibilitado de hacerlo. Había llegado a la isla en 1894 y encontrado el primer ejemplar entonces. Dos años después, en 1896, tuvo que contestar que le era imposible enviar ninguno. El gato había acabado con todos.

Un trabajo del CSIC

Como se ve, el efecto que causan los depredadores introducidos en lugares ajenos a ellos es de largo conocido. Lo que acaba de hacer un grupo de investigadores españoles es cuantificar el alcance de la llegada de felinos a las islas y han concluido que se les puede culpar del 14% de las extinciones de aves y otros pequeños vertebrados insulares que han ocurrido en los últimos siglos.
Según el estudio, dirigido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), los gatos asilvestrados son "una de las especies invasoras más perniciosas para las comunidades de vertebrados en islas", asegura el investigador del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del CSIC, Manuel Nogales en una nota de prensa emitida por la institución.
El trabajo ha aparecido en el último número de la revista 'Global Change Biology' y se basa en una revisión bibliográfica de 229 casos en 120 islas del mundo. Según el estudio los gatos han contribuido a la extinción de, al menos, el 14% de los vertebrados extintos en islas y, actualmente, amenazan la supervivencia del 8% de las especies de aves, mamíferos y reptiles catalogados como en peligro crítico por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza(UICN). Dicho de otro modo, los felinos asilvestrados han ayudado a extinguir 16 especies de aves y otros vertebrados y amenazan ahora mismo a otras 128 especies.
Islas en las que se han registrado extinciones causadas por gatos silvestres


El impacto de los felinos sobre la fauna propia de un lugar o endémica puede actuar como único motor de la extinción o sumarse a otros factores como la acción de otros depredadores o la pérdida de hábitat. Para valorar las consecuencias de su introducción en nuevos lugares, hay que tener en cuenta que en los entornos insulares se dan abundantes procesos de creación de nuevas especies, debido a la falta de contacto con el resto de los territorios.
Por ello, cuando un gato u otro depredador llega a una isla que no estaba acostumbrada a los predadores, es posible que lo que empiece a comerse sean especies únicas, propias de esa isla y que no se encuentran en otro lugar del mundo. En las áreas continentales, por contra, el efecto de los invasores se ver suavizado porque las especies amenazadas tienen la posibilidad de desplazarse a otras zonas y disponen de varias poblaciones para superar eventuales extinciones locales.

Una plaga creada por el hombre

Los expertos del CSIC revelan que los gatos asilvestrados están presentes la mayoría de las aproximadamente 179.000 islas que hay en todo el mundo y que a muchos de esos lugares llegaron introducidos por el hombre, especialmente desde el comienzo de las navegaciones por todo el mundo a partir de siglo XV.
En los barcos viajaron como polizones ratas y ratones, que acabaron llegando a todos los lugares del mundo. El hombre también desplazó a su enemigo natural, los gatos, para perseguir a los roedores. Pero no son los únicos males llevados por el hombre a las islas remotas. Cabras, cerdos y perros silvestres y cimarrones han asolado todo tipo de territorios.
Así, según el estudio, a nivel global, las regiones insulares más afectadas históricamente por la acción de este felino son las Galápagos (Ecuador), Hawaii (EEUU), algunas islas del Caribe y las Canarias. Los datos demuestran que la biodiversidad de los dos archipiélagos españoles también se ha visto afectada por la acción de los gatos asilvestrados. Los lagartos gigantes endémicos de La Gomera y El Hierro, catalogados en peligro crítico por la UICN, "ya sólo habitan en ciertos acantilados donde los gatos tienen difícil su acceso", explica el investigador del CSIC Manuel Nogales.

Erradicar a los gatos de las islas

Para evitar los daños de los felinos asilvestrados sobre la biodiversidad insular, Nogales recomienda "la erradicación total de gatos asilvestrados en islas de superficie inferior a 200 kilómetros cuadrados y el control de sus poblaciones en aquellas de mayor tamaño donde el perjuicio causado sobre la biodiversidad sea destacable", según afirma Nogales en un comunicado del CSIC.
Durante la investigación, el equipo identificó algunos casos llamativos donde el gato ha jugado un papel fundamental en la extinción de algunos vertebrados. Uno de ellos es el ya mencionado del gato del farero, es decir, el chochín de Stephens ('Traversia lyalli'). Pero también está la tórtola de Socorro ('Zenayda graisoni') en México, extinta en la naturaleza y sólo con algunos efectivos en cautividad.
Actualmente, en varias islas de más de 100 kilómetros cuadrados se planea la eliminación de la totalidad de mamíferos invasores (gatos, ratas, ratones y conejos) y esta práctica ya se ha llevado a cabo con éxito en otras islas de las mismas características.
Nogales considera que la erradicación de los gatos asilvestrados debe considerarse como la de cualquier otra especie invasora, ya que su presencia puede suponer la extinción de numerosas especies endémicas en el futuro. "Muy frecuentemente nos encontramos ante casos extremos en islas en los que se trata de una cuestión de supervivencia, la especie autóctona versus la invasora", concluye el investigador del CSIC.
En el caso de la isla de Stephens, la decisión se tomó hace tiempo. En 1924 se acabó con todos los gatos de la isla, después de que se convirtieran en una plaga atroz. De hecho, la historia del gato del farero requiere matices, pues no fue un solo felino, sino varios de ellos los que acabaron con el chochín de Stephens.
El hombre llegó a la isla en 1879, y para 1894, cuando Lyall inauguró el faro, llegaron varios gatos, de los cuales él adoptó uno. El propio farero avisó al poco tiempo de lo voraces que eran y del daño que estaban haciendo. Y a fe que eran buenos cazadores, porque en dos años acabaron con los pájaros. En 1896, un grupo de investigadores venidos de fuera no lograron encontrar ya chochines de Stephens. Ese mismo año Lyall dejó la isla. Y su sustituto, en 1897, escribía a sus superiores pidiendo que le enviaran armas de fuego para acabar con la plaga de gatos que se habían apoderado de la isla. Décadas después, y tras numerosos cambios de opinión, la ciencia acabaría poniendo al ave extinta el nombre científico de 'Traversia lyalli', que encierra un homenaje al hombre que la encontró por primera vez, el farero David Lyall.
El chochín de Stephens, por cierto, arrastraba una historia desgraciada. Recientes estudios han probado que fue un ave abundante en toda Nueva Zelanda y que se extinguió en las grandes islas tras la llegada de los maoríes hacia el año 800 d. C. Los navegantes polinesios, entre otros desagradables invitados llevaron las ratas con ellos. El pequeño chochínsólo se vio libre de ellas en el pequeño islote de Stephens, donde estuvo a salvo unos siglos hasta que un día amaneció y le pareció ver un lindo gatito.

Fuente: www.elmundo.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario